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Confesarle su plan de
venganza que implicaba a Ria fue el inicio de ese otro momento de sus vidas.
Bill le gritó mentiroso, cruel, y luego lloró en sus brazos aliviado por saber
que esa mujer que él sentía le arrebata a su gemelo y con ello le arrebataba el
alma, no era nada realmente para Tom sino una “escort” de lujo a quien le
pagaba para actuar como su novia ante todos los ojos. Y Bill reconocía que
habían sido convincentes pues habían logrado convencerlo no solo a él, sino también
a Simone y a los Gs.
Es verdad que Ria nunca
vivió con ellos en su casa, pero al inicio de que la chica se mudara también a
Los Ángeles —donde se había inscrito en una carrera de Antropología en la UCLA
que parecía nunca terminar—, antes de la debacle de su relación con su gemelo, Bill
había accedido a que ella se quedara un tiempo cuidando a sus perros en la casa
que tenían en Tarzana mientras ellos viajaban con la banda a sus compromisos en
Rusia y Japón, porque no veía peligro ninguno en ella.
Luego que Tom se enterara
de lo que había pasado realmente aquella noche de fines de agosto de 2010 entre
Bill y Verina Marcel, todo eso cambió. Todos quedaron asombrados al saber que
el coste de la universidad a la que asistía Ria realmente lo pagaba Tom, así
como todas las cirugías estéticas correctivas que ella insistía en hacerse. Tom
pasaba mucho tiempo con ella y parecían una verdadera pareja, al menos delante
de Bill y el resto de sus amigos; aunque Tom jamás era muy cariñoso con Ria
cuando estaban frente a alguna cámara fotográfica o de video.
Durante ese tiempo en que
Bill creyó firmemente que Tom y Ria eran realmente novios y temía todo el
tiempo que Tom cometiera el error de dejarla embarazada —puesto que sí, los
había escuchado teniendo sexo en su propia habitación compartida mientras él
perdía el quicio por los celos y la decepción— su única esperanza estribaba en
que su gemelo seguía metiéndose en su cama, a veces en su ducha, y seguía
coqueteándole cada vez que se daba una oportunidad. Bill jamás desistió, pero
su frustración solo era aliviada con dosis de alcohol, marihuana, y a veces
éxtasis, heroína o cocaína. Afortunadamente, Tom había reaccionado a tiempo
para salvarlo de una caída en picada, aunque no de una enfermedad oportunista
que venía a hacerle más difícil la vida.
Levantarse y recuperarse
de nuevo, pararse de nuevo en sus pies, se convirtió en una lucha de todos los
días en las que ambos tomaban parte: Bill, intentando mantenerse “limpio” y
calmado; Tom haciendo presión para que Bill no flaqueara.
Fue entonces que las
cosas se complicaron con Ria, puesto que, a pesar de que Tom creyera que ella
estaba agradecida por todo lo que él la había apoyado en su vida de Los Ángeles,
y la consideraba una compañía simpática y una buena amiga, Bill tenía razón en
sus intuiciones acerca de ella: era una mujer oportunista, falsa y capaz de
enormes bajezas para lograr ascender en el plano social.
Por supuesto que Ria notó
el cambio que se operó en Tom tras que este y Bill se reconciliaran al fin, y
no estaba ajena a los rumores que recorrían las redes acerca de cómo ellos se
saltaban las fronteras de la hermandad, por lo que aprovechó a su favor la
ingenuidad de Tom: pronto tuvo pruebas (conversaciones grabadas, videos tomados
con cámaras escondidas) que dejaban muy claro qué tipo de relación llevaban
verdaderamente los famosos gemelos Kaulitz; pruebas que aunque tal vez no
fueran aceptadas por un tribunal sí serían un manjar para las revistas de
chismes y escándalos. Por si no bastara con ello, se las arregló para
atraparlos en una situación comprometedora (besándose, un poco pasados de
copas, en un rincón a oscuras de uno de esos clubes a los que a veces la tenían
que llevar). Luego, fue cosa de plantearle a Tom sus condiciones.
—Quiero ser tu esposa.
—¿Qué? Ria, sabes que tú
y yo no...
—Tranquilo, Tom; ya vi
quién te excita mucho más que yo y no pretendo estar en el medio de los dos, no
realmente, aunque sean unos locos enfermos eso a mí...
—No somos ni locos ni
enfermos, no te permito...
—Te digo que eso a mí...
no me interesa, yo solo quiero vivir bien... y tú puedes garantizarme eso. No
quiero una boda para que tus fans mueran de envidia y me deseen la muerte; solo
un papel firmado, que me garantice que será mucho más difícil para ti echarme a
un lado cuando se te dé la gana. Tengo un acuerdo de confidencialidad para el
trabajo como tu “novia” pero no para guardarte tus secretos sucios con tu
hermanito, ¿entiendes? Piensa este matrimonio como un nuevo contrato conmigo,
mucho más serio.
—Yo... tengo que
discutirlo con Bill; no puedo responderte ahora.
—Estoy segura de que él
también aceptará, por el bien de ambos...
Al final, Bill había
accedido a ser testigo del “matrimonio” de su gemelo con la mujer que había
sido una sombra en su vida hasta que Tom le confesara que nunca hubo realmente
más que amistad y negocios entre ellos —más negocios que amistad, puesto que le
había servido para darle celos a Bill, para enseñarle una lección por su
comportamiento abusivo, y por esa traición que Tom intentaba perdonar todos los
días aunque en algunos de ellos fallara irremediablemente— solo con la
condición de que al día siguiente de firmar esos papeles se fueran juntos a
alguna parte donde pudieran vivir la ilusión de que estaban en su propia nueva
luna de miel y olvidar que Ria siquiera existía.
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Al día siguiente de su
visita a Simone, Tom se encontró con Georg para hacer el trabajo musical que lo
había traído hasta Alemania; hubiera querido no tener que separarse de Bill
mientras este se quedaba en L.A, pero este había dicho que no sería capaz de
ver a Simone sin decirle unas cuantas verdades y Tom prefirió aplazar ese
encuentro.
Mientras las cámaras para
THTV los grababan, una llamada de Bill entró al teléfono de Georg, y todos rieron
de la insistencia con que este intentaba saber de Tom aunque fuera a través del
teléfono de su amigo. A Tom le encantó ese detalle; le hizo sentir que no era
el único que se desesperaba y le mandaba un mensaje tras otro cuando viajaba
sin él a alguna parte. En la noche, en la intimidad de su habitación, tuvo que
acceder a tener sexo virtual con Bill mientras estaban conectados a skype,
porque la necesidad de sentirse era demasiado grande para los dos.
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El resto del año pasó
así, entre el tour, ensayos y preparar
otros proyectos, incluido un EP solo de Bill que Tom produciría por completo,
como mismo había sido el compositor musical de cada una de las cinco letras que
Bill escogió para que ambos pudieran exorcizar sus demonios a través de ellas.
Sí, porque Bill había hablado de su corazón roto, de la relación deshecha por
la que casi había perdido todo, y mucha gente le había creído que esa persona
ya no estaba a su lado; solo muy pocos sabían que en verdad todo ello se
refería a un dolor real, a un rompimiento real, y a una reconciliación real con
la única persona que había amado en toda su vida: Tom, por supuesto. Y las
palabras en las canciones expresaban los sentimientos de los dos, les servían
para admitir sus culpas y pedir sus excusas.
Shiro Gutzie, el nuevo
mánager de la banda, les aconsejaba llevarse a Ria a algunos eventos y salidas
nocturnas para que la opinión pública se llevara una imagen de ellos distinta a
los insistentes rumores de incesto, asunto que, por demás, no lo incomodaba
demasiado. Recordaba que cuando conoció a la banda en 2009 mientras ellos
grababan en algunos estudios de Los Ángeles y Miami, supo reconocer enseguida
ese algo no fraternal en las miradas que se daban los Kaulitz, en las sonrisas
y las frases que solo eran normales en una pareja; así que cuando el propio
David Jost le propuso tomar su lugar manejando a la banda, el primer paso fue
dejarle claro a los implicados que él los entendía y apoyaba —David conocía
perfectamente la relación de los Kaulitz, así como el antiguo staff de la banda
y los guardaespaldas más cercanos a los gemelos, pero no le parecía exactamente
bien, y ellos se habían molestado mucho con él en algunos momentos en los que
colaboró con Simone para mantenerlos controlados—. La esposa de Shiro, Shay
Todd, una prominente diseñadora y empresaria del mundo de la moda, había tomado
cariño a los gemelos hasta el punto en que ellos la llamaban “mami Shay”,
especialmente Bill, quien tanto carecía de verdadero cariño maternal. Fue ella
misma quien le hizo ver a Shiro lo fundamental que resultaba proteger ese amor,
su necesidad de estar juntos, para la salud mental y física de ambos, y la
estabilidad de Tokio Hotel.
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septiembre/ 2016
Cumplieron 27 y, por
primera vez, celebraron su cumpleaños solos, con sus dos hijos de cuatro patas,
y alejados de amigos y familia. Se fueron a un parque natural, buscando disfrutar
juntos de la sensación de libertad, y alcanzar mayor paz y sosiego para
enfrentar los retos que venían.
Los proyectos y el
trabajo se acumulaban; nuevas canciones eran compuestas para un próximo álbum
del que ya habían pensado el nombre: “Dream Machine”.
Justamente, al
presentarle sus ideas a Interscope, que hasta entonces los representaba,
surgieron otros problemas. Según los ejecutivos, el estilo era demasiado
alternativo para lo que esperaban sus fans, y las canciones “tienen mensajes no
adecuados que nuestra empresa no puede apoyar”. Bill interpretó esas palabras
como una invitación tácita a someterse o marcharse; por tanto, los tiempos de
trabajo de Tokio Hotel con la Universal Music estaban por acabar. Si había algo
que ninguno de ellos estaba dispuesto a rendir era su libertad creativa: no lo
habían hecho cuando eran unos chiquillos y decididamente no lo harían ahora.
—Vendrán momentos
difíciles, Billy. Será un adiós a nuestra seguridad económica —fue el
comentario de Tom una vez estuvieron solos en la seguridad de su casa.
—Lo sé, Tomi, pero ya
está bien de aceptar imposiciones; no puedo más. Ni un circo más, ni una
estúpida publicidad más; no lo necesitamos: confío en nuestra música y en
nuestros fans.
—Yo también, pero...
—Ya sé, no te gusta
sentir inestabilidad, ni perder el control, pero necesitamos esto; necesitamos
algo nuevo... —se acercó a Tom y le acarició la mejilla poblada antes de
sentarse en su regazo; Tom lo apretó en sus brazos mientras descansaba la
frente sobre su hombro.
—No puedo resistirme a lo
que pidas...
—¿Sí? Pues entonces es
hora de acabar con uno de esos estúpidos circos; termina ya con ese matrimonio
fingido con la zorra de Ria...
—Bill, sabes que ella...
conoce demasiadas cosas sobre nosotros, puede traernos muchos problemas si se
decide a hablar.
—Sí, esa chantajista nos
ha tenido agarrados de los cojones todo este tiempo pero ya me cansé.
Hagámoslo, enfrentemos lo que sea por ser libres otra vez, como cuando
empezamos este sueño...
—Hmm, creo que dejaré que
me convenzas de ello —contestó Tom con picardía mientras le buscaba los labios.
Poco después, con Bill
tocando certeramente su próstata con cada embestida, con sus almas enlazadas en
una sola y sintiendo ese placer que ya sabía jamás podría alcanzar con alguien
más, Tom supo que no dejaría pasar un solo día más sin alejar a Ria de una vez
de sus vidas.
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El abogado que
contratara, le avisó de las complicaciones: primero, posiblemente la prensa se
enterara de su divorcio puesto que las cortes judiciales de Los Ángeles eran
asediadas por medios sensacionalistas con todos los derechos a indagar en
informaciones legales; segundo, que tal vez la demandada exigiera
compensaciones monetarias extremas; tercero, que era una disposición de la
Corte que el solicitante de un proceso de divorcio llevara al menos seis meses
separado de su pareja, de modo que el matrimonio estuviera, de hecho, roto.
—¿Su esposa... dejó el
hogar compartido hace cuánto?
—Ella... no ha estado...
conviviendo... conmigo... desde... desde antes de año nuevo —en verdad, ella
nunca había convivido con él, pero ¿cómo le explicaría eso al abogado?
—Entonces, pongamos como
fecha de separación el 31 de diciembre de 2015, ¿le parece, señor Kaulitz?
—Sí, está bien, si es
necesario —recordaba que hasta abril habían estado llevándose a Ria a distintos
lugares por sugerencia de Shiro, a Ällgau, a Coachella, a cenas con amigos;
tenía que admitir que ella había cumplido las condiciones que también él impuso
para el matrimonio —nada de sexo ni caricias entre ellos— y que generalmente era
una divertida compañía para todos, siempre chispeante y dispuesta a disfrutar
de la vida, pero ni él ni Bill la toleraban demasiado y tenerla cerca a veces
les llegaba a ser asfixiante.
—De acuerdo. Entonces,
¿algún beneficio que quiera ofrecerle? ¿Existe algún acuerdo de comunidad de
bienes?
—No, no, yo... todos mis
bienes están compartidos con mi hermano y Ria no tiene participación en ninguno
de nuestros negocios ni ganancias.
—Podría, si es que algo
de su capital ha sido adquirido durante el tiempo en que han estado casados. ¿O
firmaron un acuerdo prematrimonial?
—Sí, yo... tomé todas las
disposiciones para que ella no acceda a nuestros bienes... —el abogado notó el
plural usado; definitivamente su cliente tenía una identificación absoluta con
su hermano y era a quien más intentaba proteger.
—Debo tener acceso a
todos esos documentos, a la mayor brevedad.
—Se los traeré, esta
misma tarde. Gracias por tomar mi caso.
—Gracias a usted; nos
vemos —le extendió su mano para despedirse.
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