miércoles, 25 de enero de 2017

FIC: "ALGO NUEVO", POR LADYARADIA (II)


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Confesarle su plan de venganza que implicaba a Ria fue el inicio de ese otro momento de sus vidas. Bill le gritó mentiroso, cruel, y luego lloró en sus brazos aliviado por saber que esa mujer que él sentía le arrebata a su gemelo y con ello le arrebataba el alma, no era nada realmente para Tom sino una “escort” de lujo a quien le pagaba para actuar como su novia ante todos los ojos. Y Bill reconocía que habían sido convincentes pues habían logrado convencerlo no solo a él, sino también a Simone y a los Gs.

Es verdad que Ria nunca vivió con ellos en su casa, pero al inicio de que la chica se mudara también a Los Ángeles —donde se había inscrito en una carrera de Antropología en la UCLA que parecía nunca terminar—, antes de la debacle de su relación con su gemelo, Bill había accedido a que ella se quedara un tiempo cuidando a sus perros en la casa que tenían en Tarzana mientras ellos viajaban con la banda a sus compromisos en Rusia y Japón, porque no veía peligro ninguno en ella.

Luego que Tom se enterara de lo que había pasado realmente aquella noche de fines de agosto de 2010 entre Bill y Verina Marcel, todo eso cambió. Todos quedaron asombrados al saber que el coste de la universidad a la que asistía Ria realmente lo pagaba Tom, así como todas las cirugías estéticas correctivas que ella insistía en hacerse. Tom pasaba mucho tiempo con ella y parecían una verdadera pareja, al menos delante de Bill y el resto de sus amigos; aunque Tom jamás era muy cariñoso con Ria cuando estaban frente a alguna cámara fotográfica o de video.

Durante ese tiempo en que Bill creyó firmemente que Tom y Ria eran realmente novios y temía todo el tiempo que Tom cometiera el error de dejarla embarazada —puesto que sí, los había escuchado teniendo sexo en su propia habitación compartida mientras él perdía el quicio por los celos y la decepción— su única esperanza estribaba en que su gemelo seguía metiéndose en su cama, a veces en su ducha, y seguía coqueteándole cada vez que se daba una oportunidad. Bill jamás desistió, pero su frustración solo era aliviada con dosis de alcohol, marihuana, y a veces éxtasis, heroína o cocaína. Afortunadamente, Tom había reaccionado a tiempo para salvarlo de una caída en picada, aunque no de una enfermedad oportunista que venía a hacerle más difícil la vida.

Levantarse y recuperarse de nuevo, pararse de nuevo en sus pies, se convirtió en una lucha de todos los días en las que ambos tomaban parte: Bill, intentando mantenerse “limpio” y calmado; Tom haciendo presión para que Bill no flaqueara.

Fue entonces que las cosas se complicaron con Ria, puesto que, a pesar de que Tom creyera que ella estaba agradecida por todo lo que él la había apoyado en su vida de Los Ángeles, y la consideraba una compañía simpática y una buena amiga, Bill tenía razón en sus intuiciones acerca de ella: era una mujer oportunista, falsa y capaz de enormes bajezas para lograr ascender en el plano social.

Por supuesto que Ria notó el cambio que se operó en Tom tras que este y Bill se reconciliaran al fin, y no estaba ajena a los rumores que recorrían las redes acerca de cómo ellos se saltaban las fronteras de la hermandad, por lo que aprovechó a su favor la ingenuidad de Tom: pronto tuvo pruebas (conversaciones grabadas, videos tomados con cámaras escondidas) que dejaban muy claro qué tipo de relación llevaban verdaderamente los famosos gemelos Kaulitz; pruebas que aunque tal vez no fueran aceptadas por un tribunal sí serían un manjar para las revistas de chismes y escándalos. Por si no bastara con ello, se las arregló para atraparlos en una situación comprometedora (besándose, un poco pasados de copas, en un rincón a oscuras de uno de esos clubes a los que a veces la tenían que llevar). Luego, fue cosa de plantearle a Tom sus condiciones.

—Quiero ser tu esposa.
—¿Qué? Ria, sabes que tú y yo no...
—Tranquilo, Tom; ya vi quién te excita mucho más que yo y no pretendo estar en el medio de los dos, no realmente, aunque sean unos locos enfermos eso a mí...
—No somos ni locos ni enfermos, no te permito...
—Te digo que eso a mí... no me interesa, yo solo quiero vivir bien... y tú puedes garantizarme eso. No quiero una boda para que tus fans mueran de envidia y me deseen la muerte; solo un papel firmado, que me garantice que será mucho más difícil para ti echarme a un lado cuando se te dé la gana. Tengo un acuerdo de confidencialidad para el trabajo como tu “novia” pero no para guardarte tus secretos sucios con tu hermanito, ¿entiendes? Piensa este matrimonio como un nuevo contrato conmigo, mucho más serio.
—Yo... tengo que discutirlo con Bill; no puedo responderte ahora.
—Estoy segura de que él también aceptará, por el bien de ambos...

Al final, Bill había accedido a ser testigo del “matrimonio” de su gemelo con la mujer que había sido una sombra en su vida hasta que Tom le confesara que nunca hubo realmente más que amistad y negocios entre ellos —más negocios que amistad, puesto que le había servido para darle celos a Bill, para enseñarle una lección por su comportamiento abusivo, y por esa traición que Tom intentaba perdonar todos los días aunque en algunos de ellos fallara irremediablemente— solo con la condición de que al día siguiente de firmar esos papeles se fueran juntos a alguna parte donde pudieran vivir la ilusión de que estaban en su propia nueva luna de miel y olvidar que Ria siquiera existía.


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Al día siguiente de su visita a Simone, Tom se encontró con Georg para hacer el trabajo musical que lo había traído hasta Alemania; hubiera querido no tener que separarse de Bill mientras este se quedaba en L.A, pero este había dicho que no sería capaz de ver a Simone sin decirle unas cuantas verdades y Tom prefirió aplazar ese encuentro.

Mientras las cámaras para THTV los grababan, una llamada de Bill entró al teléfono de Georg, y todos rieron de la insistencia con que este intentaba saber de Tom aunque fuera a través del teléfono de su amigo. A Tom le encantó ese detalle; le hizo sentir que no era el único que se desesperaba y le mandaba un mensaje tras otro cuando viajaba sin él a alguna parte. En la noche, en la intimidad de su habitación, tuvo que acceder a tener sexo virtual con Bill mientras estaban conectados a skype, porque la necesidad de sentirse era demasiado grande para los dos.


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El resto del año pasó así, entre el tour, ensayos y  preparar otros proyectos, incluido un EP solo de Bill que Tom produciría por completo, como mismo había sido el compositor musical de cada una de las cinco letras que Bill escogió para que ambos pudieran exorcizar sus demonios a través de ellas. Sí, porque Bill había hablado de su corazón roto, de la relación deshecha por la que casi había perdido todo, y mucha gente le había creído que esa persona ya no estaba a su lado; solo muy pocos sabían que en verdad todo ello se refería a un dolor real, a un rompimiento real, y a una reconciliación real con la única persona que había amado en toda su vida: Tom, por supuesto. Y las palabras en las canciones expresaban los sentimientos de los dos, les servían para admitir sus culpas y pedir sus excusas.

Shiro Gutzie, el nuevo mánager de la banda, les aconsejaba llevarse a Ria a algunos eventos y salidas nocturnas para que la opinión pública se llevara una imagen de ellos distinta a los insistentes rumores de incesto, asunto que, por demás, no lo incomodaba demasiado. Recordaba que cuando conoció a la banda en 2009 mientras ellos grababan en algunos estudios de Los Ángeles y Miami, supo reconocer enseguida ese algo no fraternal en las miradas que se daban los Kaulitz, en las sonrisas y las frases que solo eran normales en una pareja; así que cuando el propio David Jost le propuso tomar su lugar manejando a la banda, el primer paso fue dejarle claro a los implicados que él los entendía y apoyaba —David conocía perfectamente la relación de los Kaulitz, así como el antiguo staff de la banda y los guardaespaldas más cercanos a los gemelos, pero no le parecía exactamente bien, y ellos se habían molestado mucho con él en algunos momentos en los que colaboró con Simone para mantenerlos controlados—. La esposa de Shiro, Shay Todd, una prominente diseñadora y empresaria del mundo de la moda, había tomado cariño a los gemelos hasta el punto en que ellos la llamaban “mami Shay”, especialmente Bill, quien tanto carecía de verdadero cariño maternal. Fue ella misma quien le hizo ver a Shiro lo fundamental que resultaba proteger ese amor, su necesidad de estar juntos, para la salud mental y física de ambos, y la estabilidad de Tokio Hotel.


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septiembre/ 2016


Cumplieron 27 y, por primera vez, celebraron su cumpleaños solos, con sus dos hijos de cuatro patas, y alejados de amigos y familia. Se fueron a un parque natural, buscando disfrutar juntos de la sensación de libertad, y alcanzar mayor paz y sosiego para enfrentar los retos que venían.

Los proyectos y el trabajo se acumulaban; nuevas canciones eran compuestas para un próximo álbum del que ya habían pensado el nombre: “Dream Machine”.

Justamente, al presentarle sus ideas a Interscope, que hasta entonces los representaba, surgieron otros problemas. Según los ejecutivos, el estilo era demasiado alternativo para lo que esperaban sus fans, y las canciones “tienen mensajes no adecuados que nuestra empresa no puede apoyar”. Bill interpretó esas palabras como una invitación tácita a someterse o marcharse; por tanto, los tiempos de trabajo de Tokio Hotel con la Universal Music estaban por acabar. Si había algo que ninguno de ellos estaba dispuesto a rendir era su libertad creativa: no lo habían hecho cuando eran unos chiquillos y decididamente no lo harían ahora.

—Vendrán momentos difíciles, Billy. Será un adiós a nuestra seguridad económica —fue el comentario de Tom una vez estuvieron solos en la seguridad de su casa.
—Lo sé, Tomi, pero ya está bien de aceptar imposiciones; no puedo más. Ni un circo más, ni una estúpida publicidad más; no lo necesitamos: confío en nuestra música y en nuestros fans.
—Yo también, pero...
—Ya sé, no te gusta sentir inestabilidad, ni perder el control, pero necesitamos esto; necesitamos algo nuevo... —se acercó a Tom y le acarició la mejilla poblada antes de sentarse en su regazo; Tom lo apretó en sus brazos mientras descansaba la frente sobre su hombro.
—No puedo resistirme a lo que pidas...
—¿Sí? Pues entonces es hora de acabar con uno de esos estúpidos circos; termina ya con ese matrimonio fingido con la zorra de Ria...
—Bill, sabes que ella... conoce demasiadas cosas sobre nosotros, puede traernos muchos problemas si se decide a hablar.
—Sí, esa chantajista nos ha tenido agarrados de los cojones todo este tiempo pero ya me cansé. Hagámoslo, enfrentemos lo que sea por ser libres otra vez, como cuando empezamos este sueño...
—Hmm, creo que dejaré que me convenzas de ello —contestó Tom con picardía mientras le buscaba los labios.

Poco después, con Bill tocando certeramente su próstata con cada embestida, con sus almas enlazadas en una sola y sintiendo ese placer que ya sabía jamás podría alcanzar con alguien más, Tom supo que no dejaría pasar un solo día más sin alejar a Ria de una vez de sus vidas.

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El abogado que contratara, le avisó de las complicaciones: primero, posiblemente la prensa se enterara de su divorcio puesto que las cortes judiciales de Los Ángeles eran asediadas por medios sensacionalistas con todos los derechos a indagar en informaciones legales; segundo, que tal vez la demandada exigiera compensaciones monetarias extremas; tercero, que era una disposición de la Corte que el solicitante de un proceso de divorcio llevara al menos seis meses separado de su pareja, de modo que el matrimonio estuviera, de hecho, roto.

—¿Su esposa... dejó el hogar compartido hace cuánto?
—Ella... no ha estado... conviviendo... conmigo... desde... desde antes de año nuevo —en verdad, ella nunca había convivido con él, pero ¿cómo le explicaría eso al abogado?
—Entonces, pongamos como fecha de separación el 31 de diciembre de 2015, ¿le parece, señor Kaulitz?
—Sí, está bien, si es necesario —recordaba que hasta abril habían estado llevándose a Ria a distintos lugares por sugerencia de Shiro, a Ällgau, a Coachella, a cenas con amigos; tenía que admitir que ella había cumplido las condiciones que también él impuso para el matrimonio —nada de sexo ni caricias entre ellos— y que generalmente era una divertida compañía para todos, siempre chispeante y dispuesta a disfrutar de la vida, pero ni él ni Bill la toleraban demasiado y tenerla cerca a veces les llegaba a ser asfixiante.

—De acuerdo. Entonces, ¿algún beneficio que quiera ofrecerle? ¿Existe algún acuerdo de comunidad de bienes?
—No, no, yo... todos mis bienes están compartidos con mi hermano y Ria no tiene participación en ninguno de nuestros negocios ni ganancias.
—Podría, si es que algo de su capital ha sido adquirido durante el tiempo en que han estado casados. ¿O firmaron un acuerdo prematrimonial?
—Sí, yo... tomé todas las disposiciones para que ella no acceda a nuestros bienes... —el abogado notó el plural usado; definitivamente su cliente tenía una identificación absoluta con su hermano y era a quien más intentaba proteger.
—Debo tener acceso a todos esos documentos, a la mayor brevedad.
—Se los traeré, esta misma tarde. Gracias por tomar mi caso.
—Gracias a usted; nos vemos —le extendió su mano para despedirse.



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