I. Parte 3
Cuando empezaron a
hacerles preguntas en los medios acerca del nuevo álbum y tour que anunciaban
para muy pronto, todo lo que acababan de vivir hizo a Bill abrir más su corazón
ante los periodistas: "Nuestras nuevas
canciones están bien resguardadas. Nadie las ha oído todavía y nadie lo hará.
Nuestro nuevo disco va a ser especial. No es como nada que hayamos hecho antes.
Tiene nuestra alma". Y sí, especialmente esas canciones de “Dream Machine”
tendrían el alma de los Kaulitz retratada en ellas, todas sus angustias, sus
sueños y sus momentos de felicidad.
Trabajaron sin descanso
después de regresar de su viaje de cumpleaños, terminaban exhaustos y uno de
esos días, cuando regresaban a la casa, Bill se dobló adolorido. Tom lo
sostuvo, asustado.
—¡¿Qué ocurre, Billy?!
—Duele, duele mucho, acá
en el abdomen. Uh, ya sentía una molestia hace rato pero ahora —jadeó— creo que
me desmayaré del dolor, Tomi...
Realmente estaba
desfallecido y pálido, así que Tom no perdió tiempo para llevarlo a emergencias,
donde lo admitieron, le pusieron tratamiento para el dolor y le pidieron pasar
la noche para contactar al especialista que lo estaba atendiendo antes de
dejarlo marcharse. De nada sirvió que Bill le rogara a Tom irse a descansar y
regresar temprano a la clínica puesto que él se sentía tanto mejor como para
sacarse fotos y colgarlas en su instagram, porque su gemelo se rehusó a
apartarse de su lado.
Cuando el médico llegó,
con los resultados en su mano, ambos estaban ansiosos, expectantes.
—Tengo buenas noticias.
Los exámenes de Bill muestran una gran mejoría, es casi milagroso, las piedras
se están disolviendo, por eso el dolor, los trozos están intentando salir por
su sistema urinario.
—¿Es eso? ¡Oh! No en
balde duele tanto...
—Debe seguir con tratamiento
para el dolor, tomar mucha agua, cuidarse bastante. Use todo lo más sano y
natural posible; aliméntese y descanse bien; evite el estrés...
—Lo haré —asintió Bill.
—Ya me ocupo yo de eso
—aseveró también Tom con una gran sonrisa—. Nos lo tomaremos con más calma.
Además, debo ponerme a punto para cuando comencemos el tour en marzo; entonces
sí habrá poco tiempo para descansar.
—Deben buscar el tiempo,
¿sí? Ahora recomendaré que le den el alta, pero debe tomarse unos días de
reposo más.
—Lo siento, Bibi —dijo
Tom mirando a Bill—, pero no habrá estudio para ti en al menos unos tres días,
porque sé cómo eres de perfeccionista.
—Entonces tú tampoco irás
al estudio; no soportaré saberte allí trabajando en el álbum sin mí.
—Bueno...
—Muy bien —el médico
escribió en la historia clínica antes de salir—. Sigo estando a su disposición,
Sr. Kaulitz, pero espero que no me necesite.
Cuando quedaron solos,
Bill se puso de pie.
—Alcánzame mis ropas y
sácame de aquí.
—En cuanto lo autoricen
—Tom le dio lo que pedía y Bill empezó a vestirse; se acercó al espejo en la
habitación y miró su cabello que ya casi no tenía nada de su tono rosa.
—Necesito color de nuevo.
—Sí, pero espera un poco;
deja que tu cuerpo esté más recuperado aún.
—Está bien, Tomi, como tú
digas —le guiñó un ojo; estaba realmente feliz. Ambos lo estaban.
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Tom encontró a Bill
sentado frente a su laptop, escribiendo más de la “novela”, ese proyecto que
casi habían dejado de lado, pero con varias botellas de cerveza vacías cerca.
—Estás atrapado —le dijo
mientras abrazaba su cuello desde atrás y besaba su cabeza—. Recuerda que no
puedes abusar del alcohol.
—Estoy bien; no he
abusado.
—¿De veras? —le hizo
girar el asiento—. ¿Cómo me lo probarás?
—Como quieras.
—¿Te pondrías de rodillas
y...?
—¿Quieres que te pida
perdón de rodillas... por tomarme un par de cervezas?
—Sabes que fueron más de
un par. Pero más que pedirme perdón quiero... otra cosa.
—¡Ah! Andas muy lujurioso
últimamente, Tomi.
—Es tu culpa; siempre me
provocas.
—La verdad es que... tú
también me provocas, eres... delicioso —Bill se arrodilló ante él y le abrió
los pantalones; Tom agarró el móvil de su gemelo que estaba junto a la laptop y
le hizo una foto en esa posición, tomándolo de la cintura para abajo antes de
que la cabeza de Bill se interpusiera en el camino. Previamente a que las nubes
del placer no le dejaran concentrarse en nada más, le dio vuelta a la foto y la
publicó en la cuenta de instagram de Bill. Él se separó por un momento de su
faena.
—¿Qué estás haciendo,
Tom? ¿Qué tramas?
—Ya lo sabrás en un rato;
ahora, concéntrate en lo que haces.
—Hmmm, te me has vuelto
muy mandón últimamente.
—Necesitas mano dura,
Billy —lo tomó por la cabeza para acercarlo de nuevo a su pene y Bill rio con
la mirada antes de retomar lo que había empezado. Luego, terminaron por ir a la
cama y continuar allí esa entrega apasionada que siempre los había
caracterizado, aunque intercambiando los roles más frecuentemente que antes.
Al fin su mundo parecía
brillar con luces nuevas. Aunque habían pasado por la oscuridad más tenebrosa y
tenido que soportar el dolor más horrible en los últimos años, todo ello había
sido como una hoguera purificadora que los había hecho salir renovados. Decir
“No estoy bien” para todo el que escuchara había realmente acrisolado el alma
de Bill y también su cuerpo, y ahora podía decirle a todos que estaba
definitivamente “muy bien”.
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Los proyectos y el
trabajo se acumulaban; nuevas canciones eran compuestas para un próximo álbum
del que ya habían pensado el nombre: “Dream Machine”, pero justamente al
presentarle sus ideas a Interscope, que hasta entonces los representaba,
surgieron otros problemas. Según los ejecutivos, el estilo era demasiado
alternativo para lo que esperaban sus fans, y las canciones “tienen mensajes no
adecuados que nuestra empresa no puede apoyar”. Bill interpretó esas palabras
como una invitación tácita a someterse o marcharse; por tanto, los tiempos de
trabajo de Tokio Hotel con la Universal Music estaban por acabar. Si había algo
que ninguno de ellos estaba dispuesto a rendir era su libertad creativa: no lo
habían hecho cuando eran unos chiquillos y decididamente no lo harían ahora.
—Vendrán momentos
difíciles, Billy. Será un adiós a nuestra seguridad económica —fue el
comentario de Tom una vez estuvieron solos en la seguridad de su casa.
—Lo sé, Tomi, pero ya
está bien de aceptar imposiciones; no puedo más. Ni un circo más, ni una
estúpida publicidad más; no lo necesitamos: confío en nuestra música y en
nuestros fans.
—Yo también, pero...
—Ya sé, no te gusta
sentir inestabilidad, ni perder el control, pero necesitamos esto; necesitamos
algo nuevo... —se acercó a Tom y le acarició la mejilla poblada antes de
sentarse en su regazo; Tom lo apretó en sus brazos mientras descansaba la
frente sobre su hombro.
—No puedo resistirme a lo
que pidas...
—¿Sí? Pues entonces es
hora de acabar con uno de esos estúpidos circos; termina ya con ese matrimonio
fingido con la zorra de Ria.
—Bill, sabes que ella...
conoce demasiadas cosas sobre nosotros, puede traernos muchos problemas si se
decide a hablar.
—Sí, esa chantajista nos
ha tenido agarrados de los cojones todo este tiempo pero ya me cansé.
Hagámoslo, enfrentemos lo que sea por ser libres otra vez, como cuando
empezamos este sueño.
—Hmm, creo que dejaré que
me convenzas de ello —contestó Tom con picardía mientras le buscaba los labios.
Poco después, con Bill
tocando certeramente su próstata con cada embestida, con sus almas enlazadas en
una sola y sintiendo ese placer que ya sabía jamás podría alcanzar con alguien
más, Tom supo que no dejaría pasar un solo día más sin alejar a Ria de una vez
de sus vidas.
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El abogado que
contratara, le avisó de las complicaciones: primero, posiblemente la prensa se
enterara de su divorcio puesto que las cortes judiciales de Los Ángeles eran
asediadas por medios sensacionalistas con todos los derechos a indagar en
informaciones legales; segundo, que tal vez la demandada exigiera
compensaciones monetarias extremas; tercero, que era una disposición de la
Corte que el solicitante de un proceso de divorcio llevara al menos seis meses
separado de su pareja, de modo que el matrimonio estuviera, de hecho, roto.
—¿Su esposa... dejó el
hogar compartido hace cuánto?
—Ella... no ha estado...
conviviendo... conmigo... desde... desde antes de año nuevo —en verdad, ella
nunca había convivido con él, pero ¿cómo le explicaría eso al abogado?
—Entonces, pongamos como
fecha de separación el 31 de diciembre de 2015, ¿le parece, señor Kaulitz?
—Sí, está bien, si es
necesario —recordaba que hasta abril habían estado llevándose a Ria a distintos
lugares por sugerencia de Shiro, a Ällgau, a Coachella, a cenas con amigos;
tenía que admitir que ella había cumplido las condiciones que también él impuso
para el matrimonio —nada de sexo ni caricias entre ellos— y que generalmente
era una divertida compañía para todos, siempre chispeante y dispuesta a
disfrutar de la vida, pero ni él ni Bill la toleraban demasiado y tenerla cerca
a veces les llegaba a ser asfixiante.
—De acuerdo. Entonces,
¿algún beneficio que quiera ofrecerle? ¿Existe algún acuerdo de comunidad de
bienes?
—No, no, yo... todos mis
bienes están compartidos con mi hermano y Ria no tiene participación en ninguno
de nuestros negocios ni ganancias.
—Podría, si es que algo
de su capital ha sido adquirido durante el tiempo en que han estado casados. ¿O
firmaron un acuerdo prematrimonial?
—Sí, yo... tomé todas las
disposiciones para que ella no acceda a nuestros bienes... —el abogado notó el
plural usado; definitivamente su cliente tenía una identificación absoluta con
su hermano y era a quien más intentaba proteger.
—Debo tener acceso a
todos esos documentos, a la mayor brevedad.
—Se los traeré, esta
misma tarde. Gracias por tomar mi caso.
—Gracias a usted; nos
vemos —le extendió su mano para despedirse.
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Efectivamente, como el
abogado le había advertido a Tom, la noticia de que los documentos que
atestiguaban su petición de divorcio a Ria Sommerfeld estaban ya en la corte
judicial de Los Ángeles, fue publicada en un sitio web llamado TMZ,
especializado en esos temas.
La reacción no se hizo
esperar, tanto de sus fans —quienes no entendían cómo Tom había estado casado
con alguien sin que nadie tuviera la más mínima sospecha y se sentían dolidos
por el secretismo— como de Simone. Ella fue la primera en hacer sonar el
teléfono de Tom para preguntar si todo era cierto o aquello no era más que
sensacionalismo.
—Es cierto, mamá. Ria y
yo... no tenemos futuro.
—Pero... ¿cómo que no?
Llevabas más de cinco años de novio con ella, decidiste hacerla tu esposa al
fin, y luego, tan poco tiempo después, se acaba todo...
—Pues, ya que estás tan
enterada de los chismes sobre nosotros, ¿no viste en ninguna parte que Ria
tiene otra pareja, se droga y, peor, deja que la grabe ese tipo y suba esos
videos a youtube?
—¡No lo creo!
—Puedes buscarlo tú
misma.
—¿Lo hacía mientras
estaban juntos... ustedes dos?
—No, pero...
—Entonces entiendo que la
pobre chica se ha sentido humillada y ha reaccionado así. Te lo advertí, ¿no?,
que Bill destruiría tu matrimonio si seguías pegado siempre a él.
—Mamá, Bill no tuvo que
ver... —al escuchar que pronunciaran su nombre, Bill, que hasta ese momento
había permanecido en silencio no queriendo hacer notar su presencia a su madre,
se puso en alerta, dejando el lento masaje en el cuero cabelludo de Tom que
hasta ese momento hacía y tocó el ícono de altavoz en la llamada sin que Tom lo
detuviera.
—¡No lo defiendas!
Siempre es lo mismo: Bill no te deja en paz, Bill te domina y tú te dejas...
¿Por qué, Tomi? ¿Es que nunca voy a poder ser feliz? ¿Nunca voy a poder superar
este castigo? ¿Qué hice para que Dios me pague con esto? —el rostro de Tom
decayó ante esas palabras y Bill no pudo aguantarse más; le quitó el móvil de
las manos y lo acercó a su oreja.
—No metas a Dios en esto,
mamá. Estoy seguro de que si existe un Dios que es amor tiene que entender...
—¡No blasfemes, Bill! ¡No
te atrevas a decir eso! Dios jamás aceptaría esa abominación que insinúas.
Yo... debí imaginar que estabas ahí controlando a tu hermano, como siempre.
¡Regrésale el teléfono ahora mismo!, aún tengo cosas que decirle.
—¡Yo también tengo cosas
que decirte a ti! —ante esas palabras
Tom intentó tomar su móvil de vuelta pero Bill se alejó; Tom lo miró suplicante
pero en ese momento nada podía detenerlo, tenía demasiadas cosas atascadas en
la garganta para decirle a su madre—. Tú no sabes nada del amor, ni siquiera
del amor de pareja; tienes una relación inmadura con Gordon que sí te ama pero
tú solo lo usas a tu antojo...
—Eso no...
—Es lo que yo veo. Tú
juzgas a todos como si fueras superior, pero nunca fuiste tan buena madre como
te crees; no estuviste realmente cuando te necesitábamos, solo nos dejabas
hacer lo que nos viniera en gana para evitarte problemas, ¿y ahora vienes a
juzgarnos? Tom y yo somos uno, lo hemos sido siempre, a pesar de que siempre
intentes separarnos...
—Tú... eres el demonio
que corrompe a tu hermano, él no...
—Sí, yo, yo siempre soy
el culpable, ya lo sé; tal vez nos merecemos, yo soy tu castigo y tú el mío...
—Tom se sentó con las manos en la cabeza, abatido, aquello estaba llegando muy
lejos. Del otro lado de la línea hubo silencio por unos segundos, y se oyó un
sollozo, luego la voz de Simone volvió con un tono entre triste y severo—.
—Si no fueras idéntico a
Tom, creería que no eres mi hijo.
Esa estocada hirió a Bill
profundamente; le alargó el teléfono a Tom y se fue hacia la habitación; Tom
sabía que estaba llorando y no quería que lo vieran. Se acercó el móvil a la
oreja nuevamente.
—¿Mami? —se oyó otro
sollozo del otro lado.
—¿Por qué lo haces,
hijito? ¿Por qué me lastimas? ¿Por qué dejas que Bill me lastime así? Me están
matando, ¿sabes?
—Yo... debo colgar...
—No, Tom, no vayas tras
él una vez más; no te pongas de su parte en esto, por favor, te lo ruego.
—Mami, perdóname pero...
Bill es mi vida... nada me importa más que él.
—Tom, no... —la voz de
Simone se apagó cuando Tom no solo cortó la llamada sino que apagó su teléfono.
Subió las escaleras hacia
la habitación que compartía con su gemelo; lo encontró con la cabeza enterrada
en una almohada y su espalda se movía dejando ver que lloraba; eso le recordó
una vez que había visto esa misma escena cuando acababan de cumplir 18 años y
la depresión de Bill que le siguió a eso.
—Tampoco es que seas una
víctima inocente, Billy; así que... basta ya, deja de llorar. Yo estoy aquí
contigo, ¿no?
Bill levantó el rostro
húmedo de lágrimas, los ojos enrojecidos.
—Es solo que... duele
comprobar una vez más que mi madre no me quiere, que le molesta que sea su
hijo.
—No es así; vamos, Bill,
¿cómo quieres que reaccione? Sus hijos son unos incestuosos y ella...
—Y ella solo me odia a
mí. Tú no, tú eres su hijito bueno, el angelito corrompido por el diablo de su
gemelo. ¿Por qué no le dices que jamás estuviste casado en verdad con la zorra?
No, no puedes decepcionar así a tu mami, ¿verdad? Y mientras yo sigo aquí,
cargando todas las culpas. No soy una víctima, no; pero tampoco soy un
victimario. No te he obligado a nada, jamás; tú estás conmigo porque quieres...
—Estoy contigo porque te
amo... más allá de todo. Ni yo mismo entiendo por qué es así, pero es... y
jamás será de otro modo. Ven, anda —lo haló hacia él y lo abrazó; Bill terminó
de sollozar sobre su hombro antes de que Tom empezara a llenarlo de besos
ansiosos: la discusión con su madre le hacía desear reafirmar esa unión con su
gemelo que iba desde lo espiritual hasta lo físico en maneras inexplicables.
Bill se dejó llevar por
la pasión de su gemelo y ambos se desnudaron de las pocas ropas que llevaban
dentro de su casa en el cálido clima de Los Ángeles. Tom lo iba a hacer suyo,
algo que no ocurría muy a menudo, y Bill se descubrió ansiando ese momento,
necesitando abandonarse a las decisiones y las maneras de Tom, dejar el control
en manos del otro por una vez. Cuando al fin Tom entró en su cuerpo,
manteniéndolo firmemente abrazado contra sí al mismo tiempo, nuevas lágrimas
salieron de los ojos de Bill, pero esta vez de felicidad.
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noviembre/2016
Estaba casi por terminar
el año y muchas tensiones se acumulaban sobre los dos, empezando por el hecho
de que debían encontrar una disquera para representarlos, puesto que habían
roto su contrato con Universal y, a pesar de que entre Bill y Tom habían
compuesto todas las canciones del nuevo álbum poniendo en ellas toda su alma, y
de que Tom haría toda la producción musical, aún necesitaban publicidad,
promoción, representación en ventas y tours que solo una gran empresa musical
podía proporcionarles.
Otra causa permanente de
tensiones era el hecho de que Simone ignoraba por completo a Bill, y que este
seguía reclamándole a Tom el que no la enfrentara por eso y aceptara hablar con
ella normalmente sin que Bill fuera mencionado.
Georg vino a la ciudad
con el fin de discutir con ellos una propuesta: la empresa alemana ProSieben1,
más específicamente una de sus sucursales nombrada Starwatch les había ofrecido
representarlos para el próximo álbum. Todos confiaban en Georg para las
cuestiones financieras así que escucharon sus explicaciones y aceptaron su
consejo de acceder al contrato. De ese modo, indirectamente pasarían a tomar
parte en el aparato publicitario de Sony Music. Tras ponerse de acuerdo, los
tres tuvieron una reunión con Markus Hartmann y Erik Julicher, director principal
y publicista de Starwatch, respectivamente, quienes también habían venido a la
ciudad y con la aprobación de Gustav, quien aún se mantenía en Alemania junto a
su esposa y su pequeña hija, firmaron.
Antes de que Georg
partiera, los tres salieron por la ciudad y luego se reunieron en el estudio.
Muy pocas personas fuera de los 4 miembros de la banda habían escuchado las
canciones compuestas en su totalidad por Bill y Tom; y Tom, como productor
musical que era, estaba ansioso por hacer escuchar de primera mano a su amigo,
quien también llevaría gran parte de la responsabilidad musical cuando tocaran
en vivo más allá de su tradicional bajo, los nuevos arreglos.
—Todo esto será una gran
sorpresa para nuestro público —apuntó Georg— y las letras... creo que están
siendo tal vez... ¿demasiado valientes? No sé, a veces la libertad conlleva
sacrificios demasiado grandes.
—Geo, tú y Gus siempre
nos han apoyado, y confiamos en ustedes; sigan confiando en nosotros y todo
estará bien —Bill le puso una mano sobre el hombro y Georg lo miró sonriente.
—De acuerdo. Siempre
podemos dar a entender que te inspiras en... mi relación con Tom. Torg, ¿no?,
así le llaman, jaja, las fans enloquecerían.
—Aman el Toll también
—intervino Tom antes de tomar la mano de Bill entre las suyas.
—Ya lo creo; unas lo aman
y otras lo odian... —soltó Georg.
—No podrían odiar algo
que yo inventé; me aman por sobre todo.
—Ah, ya le salió el ego
—se rio Bill y miró a Tom a los ojos—; yo te amo por sobre todo, así que el
resto de los que te aman... que se jodan, incluyendo a este —golpeó a Georg en
la cabeza.
—Auch; ya, ya, ya sé que
no hay que meterse con la propiedad de Bill Kaulitz.
—Yo no soy pro... —Bill
le clavó la mirada otra vez y Tom solo se calló, asintiendo, un poco sonrojado.
A Bill le encantaba esa capacidad de Tom para ruborizarse frente a él.
—De acuerdo, yo solo...
los dejaré solos antes de que empiecen a besarse frente a mí, o algo peor.
Igual tengo que terminar de empacar mis cosas. Tom, me vas a llevar al
aeropuerto, ¿cierto?
—Sí, claro...
—Y yo iré con él, de
copiloto, para que no te hagas ilusiones —acotó Bill y Georg solo se echó a
reír mientras salía.
Cuando se quedaron solos
en el estudio, realmente comenzaron a besarse como si nada más importara.
Trataban de soslayar los problemas cuando estaban juntos, pero la verdad era
que solo en la parte pasional todo iba de maravillas porque en el convivir
cotidiano, y hasta en los asuntos de trabajo, surgían roces que a veces
escalaban a grandes dimensiones. La presencia de Georg con ellos había aplacado
un poco los ánimos, pero las reacciones de posesividad y celos sin razón que
Bill estaba mostrando eran ejemplos claros de que las cosas no estaban bien, de
que no se sentía seguro.
Lo despidieron con
abrazos, diciéndole que estarían en contacto todo el tiempo y que pronto se
verían todos en Alemania; fue entonces, cuando ya Georg se marchaba
despidiéndose de lejos con un gesto de la mano, que Tom notó el rostro triste
de Bill.
—¿Qué te pasa, Bibi? —le
buscó la mirada pero Bill la rehuyó.
—Es solo que... pensé que
vamos a Alemania pero... que mamá no me aceptará en su casa. Supongo que pasaré
Navidad solo, a no ser que tú...
—Le prometí a mamá que
íbamos a estar con ella en Navidad. Bill, tú puedes...
—¡No; no puedo! Ella no
me ha dicho que me considera su hijo, así que... no iré a molestarla.
—¡Ah, Billy...!
—Basta; Tom. No debemos
hablar estas cosas en lugares públicos. Vámonos a casa.
—De acuerdo —sin decir
nada más, Tom sacó las llaves del auto de su bolsillo y caminó hacia el parqueo.
Durante el regreso a su casa, permanecieron en silencio.
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noviembre 12/ 2016
El silencio se volvía
algo tangible. No es que no hablaran de pequeñas cosas, de sus perros, de la
comida, de a quién le tocaba bañarse primero, pero evitaban concienzudamente
tocar los temas dolorosos, los temas sin resolver entre los dos. Claro que esa
situación era un peligro, puesto que se acumulaban tensiones que en cualquier
momento podían explotar.
Estaban en el estudio
cuando sucedió. No acababan de ponerse de acuerdo sobre uno de los temas, y a
Tom le parecía que Bill estaba especialmente caprichoso e intransigente.
Entonces, tras gritarse “Estás siendo intransigente” y “Estás siendo un
estúpido”, Tom se paró para poner sobre la mesa algunas cosas que había estado
pensando ya por muchos días.
—Escucha, Bill, he estado pensando que Shiro ya no podrá representar a la banda.
—¿Por qué no? —la cara de
Bill mostraba desacuerdo.
—Pues porque la empresa
que nos representa ahora está en Alemania, y... quiero que volvamos a Alemania.
—¡¿Qué?!
—Tú se lo dijiste a la
prensa, que si ganaba Trump nos marcharíamos de U.S.A., ¿no?
—Ah, Tom, sabes que
estaba fanfarroneando. Pero si me fuera de aquí no sería a Alemania, y lo sabes
bien. Allá no somos libres, allá estamos en peligro, allá...
—Allá está mamá...
—Sí, eso, allá está mamá,
y ya tengo bastante con que me persiga y me haga la vida imposible por teléfono
o cuando nos visita; no quiero estar cerca de ella.
—¡Es tu mamá! ¡Nacimos
ambos de ella! ¡No pueden estar peleados así, Billy!
—Ella es tu mamá, no la
mía, porque ella así lo ha decidido, ¿no la escuchaste?
—¡No puedo creer que
digas eso! Pase lo que pase es nuestra madre...
—¿Sí? Entonces solo ve y
confírmale que me amas y me deseas, que me buscas cuando yo te dejo tranquilo,
que te metes en mi cama como perra en celo...
—¡Basta! Estás llegando
lejos, Bill, ¡no me hables así! No soportaré que me humilles y rebajes como
siempre intentas hacer, ya no soy ese Tom.
—Ah, entonces es cierto,
soy yo quien te humillo, te rebajo y... y te violo, ¿verdad? Pobrecito Tomi;
deberías correr donde tu mamita para que te consuele, ¡bien lejos de mí!, ¿eh?
—lo enfrentó desafiante y Tom no pudo controlar su mano que se impulsaba para
darle una bofetada; la detuvo en el último instante.
—Me estás sacando de
quicio, Bill; basta ya.
—Basta, Tom, basta —bajó
la voz pero con un tono aún más amargo—. Tal vez sea mejor que de verdad busque
otro lugar para vivir…
—¿Qué quieres decir?
—Irme a vivir a otra
parte, arrendar un apartamento o algo.
—Bill, ¿te das cuenta de
lo que dices? Estás hablando de romper lo nuestro, ¿después de… todo lo que
hemos pasado?
—Tú lo estás rompiendo.
Nos hemos herido mucho ambos hasta hoy, y nos hemos perdonado mucho, pero yo ya
no voy a seguir siendo el culpable de todo. Ya sé que necesitamos estar juntos
y… lo estaremos, trabajaremos juntos,
pero no viviremos juntos, no dormiremos en la misma cama, no mientras sientas
que soy quien te… ¿cómo dijiste?, humilla y rebaja. Me recordaste mucho a
Simone diciendo eso. Y debe ser porque tú eres su hijo, el único que ella
hubiera querido.
—Estás exagerando las
cosas…
—Es posible. Yo… voy a
salir, a pensar…
—¿Adónde vas a ir? ¿Y
solo?
—Le pediré a Shay que me
acompañe; sí, eso haré.
Salió, dejando a Tom ahogándose en un océano
de angustia: las cosas habían llegado a un punto de inflexión, ese podía ser el
final de todo, o el principio de algo nuevo…
*****************
Como siempre, Shay estuvo
ahí para Bill cuando él la necesitó; ella era una excelente amiga y pensó en
cuánto la extrañaría si realmente se marcharan de Los Ángeles. El rostro de Bill mostraba contrariedad y
pesar, y ya cuando estuvieron sentados en una mesa del club, ella se atrevió a
preguntar qué ocurría.
—Es Tom. Nos hemos
peleado feo esta noche.
—Ah, Bill, estoy segura
que pasará. Ustedes siempre lo arreglan.
—No sé, esta vez casi me
golpea; nunca vi a Tom así…
—¿Y no lo provocaste para
eso?
—Sí, supongo que lo hice.
Es que… no puedo más, mami Shay —los ojos de Bill estaban rojos y las lágrimas pugnaban
por salir—. No puedes siquiera imaginar hasta dónde llega mi amor por Tom; no
creo que ni siquiera él lo sepa. Y sé que he cometido errores, que no soy
perfecto, pero lo he dado todo por este amor, soy capaz de todo, por este amor
y por él. Pero mi madre…
—Ah, ¿Simone los está
molestando otra vez?
—Ojalá mi mamá fuera como
tú, pero ella es intransigente, controladora y, a veces, muy cruel. Tom la deja
manipularlo en mi contra, la deja creer que él es una víctima mía, de mi
egoísmo y dominación, ¿entiendes? Él posa como el pobre chico al que no le
queda otra opción que someterse a mis deseos.
—Pero entre ustedes todo
es consensuado, no hay víctimas.
—Ya lo sé; pero Simone no
quiere aceptarlo. Tom es su niño bueno y yo el diablo que nació con él, punto.
Ella me ignora por completo porque le dije unas cuantas verdades, pero Tom… él
sigue posando como el hijito bueno que no puede decepcionar a su madre. Y ahora
quiere… irse a Alemania.
—¿Qué? Pero ustedes
corren peligro allá, ¿o no? Está bien por unos meses, pero no tener un hogar
permanente allí.
—Pienso lo mismo. Pero
Tom parece que ha olvidado todo lo malo que vivió allí y solo piensa en estar
cerca de su mamita. Me dijo que Shiro ya no podrá ser el mánager de la banda
porque la empresa que nos representa es alemana y qué sé yo…
—Oh, vaya, la cosa es
grave; creí que lo llevaban bien con Shiro.
—Sí; lo siento.
Se hizo un silencio entre
ambos, que se rompió cuando unas amigas, casi todas modelos, llamaron a Shay a
su mesa.
—Regreso enseguida, Bill
—se excusó ella—. No te muevas de aquí, ¿sí? —él asintió y se quedó allí,
bebiendo de su trago de vodka, y pensando. Las cosas habían llegado a un punto
de inflexión, ese podía ser el final de todo, o el principio de algo nuevo…