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De regreso a LA, lo primero fue rentar una hermosa casa en Hollywood Hills, la cual ya decidirían luego si querían —y podían— comprarla.
Ya allí, lejos de cualquier posibilidad de curiosos de su intimidad, Tom y Bill pasaban sus días como más les gustaba: durmiendo juntos, despertando, haciendo el amor, volviendo a dormir, despertando para desayunar tarde, pasear con los perros, trabajar en canciones nuevas, estar en casa, ver series juntos, abrazados en el sofá, o tirados en la alfombra, al calor de la chimenea...
—Esa escena en de The Notebook siempre me da deseos de reeditarla en casa, contigo…
—¿Y cuál de los dos sería Rachel McAdams?
—Por supuesto tú…, me encanta Rachel McAdams… qué belleza… —miraba a Tom a los ojos y ambos sonreían pícaramente; Tom ya no se molestaba porque Bill lo llamara chica, o sacara a relucir su femineidad interior… que solo con él se mostraba así de fácil. Bill sacó el teléfono y apuntó a Tom, pero él negó con la cabeza y Bill solo fotografió la escena hacia la chimenea y la posteó con el caption “Netflix and chill”…
Esta frase la había usado primeramente Shermine, justo la noche del lanzamiento oficial de la línea de ropa Magdeburg-Los Angeles, diseñada por Bill. Ella, vestida con la mercancía inicial del tour “Dream machine” de TH, y no con la nueva línea que cada uno de los invitados especiales recibió antes de ir al evento—, aretes de serpiente, minifalda y botas altas posteó una foto suya en su cuenta de instagram con el caption “Netflix and chill”, que, en jerga de Internet, y dado que ella estaba vestida para salir y no para quedarse en casa viendo TV, tenía un único significado posible: una invitación a tener sexo. Porque, claro, esa era su intención, pero no lo logró esa noche, y, mientras Tom pudiera evitarlo, no lo lograría nunca.
—La estás provocando, Billy —dijo Tom al ver el post.
—Pues sí, que se dé cuenta de quién es el que puede realmente tener sexo contigo.
—Es casi como admitirle que tiene razón y que eres tú por quien… no quiero nada con ella.
—Pues qué más da, ella lo sospecha ya, si no, no estaría jodiendo tanto, tratando de alejarnos.
Bill pasó su mano por el pecho desnudo de Tom, bajando lentamente, y Tom suspiró, resignado. Miró hacia Capper que dormía en su camita, cerca del calor de la chimenea; Pumba roncaba suavemente en la suya, pero él y Bill no llevarían su pasión hasta su cama: Bill lo tomó allí mismo, sobre la alfombra, cumpliendo la fantasía de la que habían hablado. Como los protagonistas de la película, ellos se amarían siempre, a pesar de todo y de todos, a pesar hasta de ellos mismos.
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Tras el estupendo
domingo, llegó un lunes en que tenían varios planes: ir al cine a ver el
estreno de Call me by your name y
encontrarse más tarde con Caro Daur y Benjamin von Stuckrad-Barre en el Chateau
Marmont.
El Chateau era casi habitual para ellos, sentían cierta cualidad mágica allí, tal vez justamente por aquella ceremonia de renovación de votos que habían hecho en una de sus habitaciones a fines de 2011, muy poco tiempo después del mayor desastre que había sufrido su relación.
Esos días desde su regreso a Los Ángeles habían sido tan buenos que hasta habían olvidado casi por completo la amenaza que representaba Shermine, y la compañía de dos buenos amigos —a pesar de que estos no sabían hasta dónde llegaba realmente la inseparabilidad de los gemelos Kaulitz— los hacía sentir un poco eufóricos.
—Tom y yo vimos Call me by your name esta tarde; si no la han visto, tienen que hacerlo, mañana mismo. Esa película es… todo —apuntó Bill antes de beber un gran trago de su copa de champagne.
—¿Tú piensas lo mismo, Tom? —se rió un poco Benjamin de la vehemencia de Bill; Tom le hizo coro con una risa ligera.
—Pues sí, debo admitir que a pesar de que bromeo con que no es así, Bill y yo casi siempre tenemos los mismos gustos…
—Excepto por el fútbol —interrumpió Bill—, no es que lo odie pero… tampoco entiendo tanta emoción.
—Lo mismo digo —opinó Caro y Bill chocó su palma con ella; Tom intentó que eso no le molestara, pero sus celos a veces eran un poco irracionales, y no podía evitarlos.
—Lo que quería decir antes de que Bill me interrumpiera es que la película me emocionó, el descubrimiento del amor, lo difícil que es entenderlo y aceptarlo, vivirlo…
—¡Oh, Tom está enamorado! —aplaudió Caro, entusiasmada—. ¿La afortunada es Shermine?
—¿Qué? No…
—¿No es Shermine? ¿Entonces hay otra mujer a la que amas en secreto?
—No amo a ninguna mujer…
—Wow, esa es una declaración que se podría malinterpretar —bromeó Benjamin—. Podrían preguntarte: ¿hay un hombre entonces?
—Oh, basta, dejen de tratar de enredar a Tom para sonsacarle secretos de alcoba —Bill abrazó los hombros de Tom confortándolo y propuso un brindis—. Brindemos por el amor, el amor lo es todo; porque todos tengamos amor en nuestras vidas…
—Muy bien dicho —replicó Benjamin y todos entrechocaron sus copas.
—Y mirémonos a los ojos —bromeó Tom—, para asegurarnos buen sexo este año —Bill lo miró a los ojos profundamente y Tom sintió que se ruborizaba un poco.
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Esa noche en el Chateau se convirtió en varias más; cada noche visitaban algún show distinto del hotel, se encontraban con amigos y conocidos, y, si se embriagaban, solo tomaban una habitación y se quedaban en ella para dormir, o tener sexo; o tener sexo y luego dormir…
El día 11 estaban invitados allí mismo a una fiesta de Navidad en que Ellen von Unwerth era la anfitriona.
—Ya conoces a Hayo, ahora Michalsky también estará allí.
—¿Los dos jueces de GNTM con Heidi Klum? ¿Qué te traes con ellos, Billy?
—¡Nada! Son muy simpáticos y divertidos, y… sí, tal vez nos ganemos alguna colaboración con GNTM, nos vendría bien esa publicidad.
—¡Hum! No sé por qué sospecho que solo quieres volver a trabajar con Heidi. Siempre has estado fascinado por ella y ahora otra vez está soltera y…
—Ay, no, Tom, otra vez celos, no. Sí me cae bien Heidi, pero solo eso… Sabes que nunca volveré a fallarte…
—¿Lo sé? —se alejó a por una cerveza.
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Tom tenía que admitir que Michalsky le había caído muy bien, mucho mejor que Hayo. Hayo era sofisticado e inteligente, capaz de sostener una conversación sobre cualquier tema, pero Michalsky era naturalmente gracioso, con ese sentido del humor que creía no poder compartir con más personas que Georg y Bill; así que se vio compelido a, con Bill, salir con él después de las fiestas, y divertirse mucho los tres riendo de tonterías.
Quedaron en irtodos a Disneyworld, en Anaheim; “ya que es el parque de Mickey Mouse”, dijo
Michalsky, “y yo soy @mickeymouseky”.
Todo estuvo divertídisimo, y Bill estuvo especialmente seductor a pesar de la compañía, pero al regresar a su casa, el ambiente se puso bastante incómodo para Tom.
—¡Lo sabía! ¡Sabía que algo estabas planeando, Bill!
—Ay, por favor, ¿tienes que ponerte tan dramático, Tomi? La mujer está envejeciendo, quiere mejorar su imagen, y quiere que tú aparezcas a su lado. Haz hecho cosas peores por publicidad.
—Sí, por eso nos hemos metido en tantos líos, incluyendo este con Shermine del que aún no nos libramos.
—Pues con la ayuda de Heidi podemos hacerlo; si apareces como el novio de Heidi, Shermine no podrá decir nada, y si dice, quedará en ridículo, dirán que solo está celosa. Piénsalo, es la forma perfecta para deshacernos de ella —Bill se acercó y acarició su hombro, pero Tom se desasió del toque.
—Y nos meteremos en otro problema más…
—No esta vez; nosotros no contratamos a nadie, es Heidi quien nos necesita, es ella quien paga y quien más se arriesga. Vamos, Tomi, nos iremos a Las Vegas, luego a la Riviera Maya, y luego…
—¡No! No dejaré que me manipules de nuevo para que haga lo que tú quieras. Me voy a ir a Alemania y pasaré las fiestas allá.
—¡¿Qué?! Nunca hemos estado separados en Navidad, y fuiste tú quien tuvo la idea de ir a Las Vegas…
—Sí, quería ir allí desde que regresamos, pero tú querías ir a todas las fiestas, compartir con toda esa gente, y hacer coincidir nuestro viaje con un maldito concierto de Britney Spears…
—¡Te gusta Britney…!
—¡¿Y eso qué importa?! —Tom explotó airado—. Yo quería ir allí contigo ahí para que nos alejáramos de todo, de nuestro mundo aquí, del de Alemania, de todo y todos…, pero lo volviste un carnaval al que nos acompañarán Devon, Shiro, Shay…
—¡Son nuestros amigos! ¡Saben todo sobre nosotros! ¡Nos cubrirán! Levantaremos menos sospechas así.
—¡Me importa una mierda! No era lo que yo soñaba cuando te pedí ir a Las Vegas, así que ahora… prefiero pasar las fiestas con mamá, Gordon y los abuelos… Si quieres, deja tus planes y ven conmigo.
—¡No lo haré, sabes que no lo haré, no me someteré a tus caprichos de niñito mimado de mami! —Bill lo encaró y Tom se mordió el labio y pasó saliva para no dejar que la ira lo cegara: recordaba bien cuando Bill le dijo algo así antes de su viaje a Los Ángeles en 2010, cuando Tom se negó a acompañarlo como estaba planeado; también tenía grabado a fuego en la memoria lo que pasó después.
—Haz lo que quieras, Bill; es
lo que yo haré —salió apurado hacia la habitación y empezó a hacer su equipaje;
tomaría el primer vuelo que pudiera conseguir.
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